El encuentro, que se desarrolló durante dos días, el último de los cuales contó con la presentación de propuestas, partió de la premisa, desarrollada por el urbanista del Reino Unido Charles Landry, de que a pesar de que la creatividad es un recurso renovable “todavía no se ve la potencialidad de reconocerlo como un activo importante”. A la par que instó a aprovechar la imaginación creativa de la gente, ya que en un ambiente donde ello sucede, vienen inversiones y un espíritu innovador”.
Alertó sobre la crisis de los modelos tradicionales para hacer frente a las secuelas de la recesión económica, y cómo de un modelo agrario e industrial, las ciudades pasaron a una infraestructura basada en la estética más que en la funcionalidad, y cómo una ciudad de cultura, sofisticada, y donde las artes comienzan a ser revaloradas, como sucede con Barcelona y otras tantas otras, es capaz de generar réditos económicos en ese cambio. Es necesario buscar propuestas y soluciones que permitan corregir los desequilibrios que afectan negativamente a los ciudadanos – el efecto de las grandes ciudades como vórtice- para que la innovación y la creatividad, en su sentido más amplio pueda volcarse también hacia las más pequeñas. La tecnología y la conctividad, transforman hoy a las ciudades en escenarios en los que los ciudadanos pueden involucrarse, han comenzado a ser ciudades creativas, aunque esta situación pueda motivar miedo y desazón en los protagonistas del cambio.
En este proceso, apuntó Landry, es imprescindible que las autoridades se comprometan en los objetivos de establecer vínculos, favorecer la diversidad cultural, facilitar el acceso a las nuevas tecnologías y la formación de los ciudadanos.
“Una democracia revigorizada que aproveche el talento y la creatividad. No pensar sólo en el valor sino el costo de no hacer estas cosas; menos en el dinero que en la configuración mental”. Un tema para seguir desarrollando.