Se trata de un proyecto en colaboración, del que participan empresas, voluntarios y la sociedad civil, y que busca minimizar costos operativos, integrar el edificio con la naturaleza, a la par de facilitar el aprendizaje sobre innovación y sustentabilidad. Tendrá integración de materiales reciclados, reutilización de las aguas de lluvia, paneles fotovoltaicos y producción de alimentos orgánicos.
Martín Espósito, representante de TAGMA, la ONG uruguaya que lideró la construcción de la primera escuela de este tipo en Jaureguiberry, departamento de Canelones en el Uruguay durante el año 2016, expuso acerca del largo proceso que cumplieron en el vecino país hasta poder concretar la obra, y las ventajas que ya se perciben. El edificio no sólo generó la atención del público durante su construcción, y la difusión de las metas sustentables, sino que también produjo otro tipo de relacionamiento en la comunidad. Se impulsaron capacitaciones, programas educativos, más de 100 talleres, 40 con universidades del país, jornadas de integración, 100% de aumento en la matrícula y la visita de más de 30.000 personas, constituyéndose en un atractivo turístico.
El intendente de Mar Chiquita, arquitecto Carlos Ronda, explicó cómo se gestionó el atractivo de la zona para replicar el modelo de Uruguay, en colaboración con AMARTYA, otra organización que desde el 2005 puso su energía en la difusión de los comportamientos sustentables. Mar Chiquita se declaró desde 1997 como reserva natural de bioesfera, y el propósito de la escuela será comenzar con los niños para provocar un cambio en la manera de vivir, además de ser un “símbolo para la provincia y la Argentina”, como destacó el funcionario.
El arquitecto Michael Reynolds (ver el quién es quién en la página), quien acompañará la construcción durante su ejecución, se refirió a su método como semillero para otras iniciativas, y como motivador de un cambio sobre los objetivos en común, el reconocernos como iguales con un mayor respeto por el planeta.
A efectos de la recolección de los materiales se viene trabajando con la comunidad, se instalaron puntos verdes para acumularlos y se está reclutando a los voluntarios a través de las páginas de las asociaciones intervinientes.
El proyecto está diseñado en módulos, las paredes de carga llevan cubiertas desechadas rellenas de tierra de la excavación enfoscadas con arcilla mezclada con paja que se completan en los huecos con botellas y latas. El costo estimado es de US$ 1000 dólares por metro cuadrado, que ayudarán a solventar varias empresas, como Ala, Direct Tv, y Disney.
Una iniciativa que fomenta el espíritu colaborativo, a la vez que se transformará en un faro al que todos puedan mirar, como se enfatizó en la presentación.